viernes, 28 de septiembre de 2012

La Ilusionada.



Vestida de día, atrayendo miradas, esperando impaciente el microbús de la mañana que alimentaba sus esperanzas, buscaba entre el espacio una razón de aliento que levantara la vaga fe que aun conservaba. Mientras la pantalla de su Blackberry marcaba las 6.45 am el ruido de la calle marcaba la nota de una canción espantosa, protagonizada por los carros de los jefes de hogar dirigiéndose a sus trabajos, las señoras de al lado comentando sobre algún tipo de clase para bajar de peso y pequeños estudiantes acompañados de su madre quienes a base de regaños y  jalones apuraban el paso para llegar a tiempo a la escuela. Pero nada de eso le importaba, ni los dos trabajadores de ruta que le gritaban -Mamacita rica-, ni el señor con el maletín negro que le brindaba el asiento en la parada de bus, solo era ella y su pensamiento.
La espera duro un poco más de lo habitual aunque la situación de aquel transporte era la misma de siempre: ‘lleno hasta la madre’. El ritmo del motor le daba el toque alegre a aquella mañana de septiembre y otro hombre, esta vez de menor edad y complexión, ofrecía su asiento. –Gracias- dijo la mujer como pidiendo permiso para hablar y con una mueca que parecía sonrisa, se sentó y se oculto tras las cortinas del recuerdo que generan comúnmente las ventanas de los buses.
La mujer, bella para si misma y hermosa para casi la mitad de los que ocupaban aquella maquina de acero y ruedas, se empapaba de imágenes producto del recuerdo de un amor aun no olvidado, mientras los letreros publicitarios pasaban frente a ella y los empleados de las farmacias y tiendas daban la bienvenida a otro día de trabajo, a ella le venia a la mente la tarde del jueves hace seis años, cuando esperando en el Hall de la facultad de medicina, Ricardo, el tipo alto, delgado y soso de la universidad de quien ella jamás en su remota existencia pensó tener por pareja, con ramo en mano de algo que parecía a rosas, chocolates y la mitad de de la loción encima declaro su amor hacia ella. Jamás pensó en decir que ‘si’, pero lo hizo, estaba quebrada.
Tres meses le bastaron al bobo humanoide para hacer lo que muchos hombres deseaban desde hace años, enamorarla. Algo tenia ese Ricardo Esteban que la hacia soñar, la hacia sonreír, la hacia vivir. Algo de lo que ni el mismo estaba seguro que poseía. Fueron cinco años de extensas alegrías, largas noches de pasión y cortas horas de sueño por las noches, estaban unidos el uno por el otro como la hoja se afianza con vida a la rama ignorando el momento que atrae su muerte.
– No seas maje - le decían las amigas de ‘U’- ese Ricardo está más feo que mandado a hacer.
– Mejor - respondía la ilusionada – así no me lo baja cualquier puta.
Tenían tanto en común, pasaban las tardes escuchando la música anárquica de Green Day o viendo alguna película de terror, los fines de semana eran días de fútbol y concursos televisivos familiares por no decir que tenían una extraña adicción por los documentales de Animal Planet, se amaban.
La mujer seguía soñando en su asiento sin notar que ya casi nadie quedaba en aquel bus rojo, poco mas faltó para que se pasara de su destino si no es por la niña que derramo el ‘Frutsi’ en su asiento. Se bajó y entró sin pedir permiso como ya era costumbre. La extraña mujer del primer espacio le saludaba con una sonrisa de oreja a oreja
–Que guapa se ve hoy señorita.
–Gracias- respondía la ilusionada.
–Lastima que este usted tan seria, al parecer no tuvo una buena noche.
–Fue trágica, pero no tanto como la mañana.
–Ya me imagino.
– ¿Como siguió?
–Igual que hace un año– dijo la señora como con compasión.
Entró a la habituación molesta por el comentario –Obviamente no esta igual que hace un año- decía para sus adentros, se sentó en su cama y le besó  la frente mientras le daba el ‘Buenos días mi amor’.
–Tengo ratos ya de ver a esa muchacha por aquí– decía la otra seño que también vestía de blanco.
–Lleva casi un año visitando al hombre, la pobre vive ilusionada que un día el vicho despertará.
La joven sigue visitando aquel recinto dos veces al día, espera el día que su amado Ricardo Esteban vuelva a abrir los ojos, sigue esperando el bus en la parada de la colonia, sigue soñando, sigue ilusionada.


Willber Marquez


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